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Los fiscales revelaron que la saga narcoterrorista que paralizó a Rosario se ordenó desde los penales provinciales y federales
La trama homicida para matar a cuatro trabajadores que develaron los fiscales Patricio Saldutti y Adrián Spelta en la audiencia imputativa tuvo como principal objetivo amenazar al gobernador y a su ministro de Seguridad y dejó datos inquietantes que apuntaron contra la organización narco de Alvarado.
En principio, se supo que la orden de los asesinatos de los dos taxistas, un colectivero y un empleado de estación de servicios a principios de marzo que se complementaron con ataques a una comisaría e intimidaciones a los funcionarios provinciales, partió de la cárcel de Piñero y del penal de Ezeiza.
El apuntado por los fiscales fue un reconocido gerente narco de Alvarado, Chuky Monedita preso bajo el régimen de alto perfil en la cárcel provincial que aprovechó los 30 minutos de visita de su pareja, Brenda Pared “la doña”, que cumple prisión domiciliaria y era la única visita autorizada. Desde seguridad, sospechan que las indicaciones eran puntuales, blindex de por medio y sin posibilidad de acceder a teléfonos celulares.
Otra situación diferente fue la planificación del asesinato del playero Bruno Bussanich, de 25 años, donde Brenda junto a Gustavo Márquez, encargado de reclutar a los sicarios menores de edad, mantuvieron una videollamada con el Morocho Mansilla, otro pesado de Alvarado. Allí se acordó matar a uno de los empleados de la estación de servicios de zona oeste de Rosario donde cayó en desgracia Bruno.
Chuqui Monedita festejando su cumpleaños en la cárcel con torta Scarface cuando el pabellón de alto perfil estuvo clausurado
En contacto con Mansilla, también se decidió colgar un enorme trapo sobre avenida Circunvalación con una amenaza directa a Pullaro y Cococcioni. El mismo grupo de sicarios se dio cita el 9 de marzo a las 8 de la mañana en el lugar y desplegaron el mensaje intimidatorio estilo mejicano.
Según deslizó el fiscal, Mansilla estaba acompañado del mismo Alvarado a la hora del zoom, lo cual se terminará de confirmar cuando se periten los celulares secuestrados y otras pruebas que prometen, arrojarán mayores detalles de los crímenes. Ambos están purgando condena en el penal federal de Ezeiza y la confirmación de que hayan accedido a una videollamada alertó a las autoridades.
Durante la comunicación con Mansilla, se redactó la carta donde aseguran que se habían unido todas las bandas de Rosario en guerra contra Pullaro y su ministro de Seguridad, Pablo Cococcioni, y reclamaban que se flexibilice el régimen de alto perfil y se les amplíe el número de visitas y el ingreso de alimentos, entre otras demandas. Los sicarios utilizaban ese recurso para acceder a teléfonos celulares y chips para administrar la venta de drogas desde la cárcel.
De esta manera, los fiscales recrearon los eslabones y mandos con los que operó la banda para aterrorizar a Rosario. Mansilla y Chuqui Monedita, se sospecha con el aval de Alvarado, le dieron las órdenes a Brenda Pared mientras que Gustavo Márquez reclutó a los menores, algunos de ellos, menos de 16 años para que gatillen y a los que le pagaron entre 200 y 400 mil pesos.
También se los mencionó a Matías “Matute” Muñoz, un menor de apodo Duraznito y Axel Rodríguez conocido como Franco, que se ocuparon de la logística. DG de 15 años, inimputable fue quien gatilló contra el taxista Héctor Figueroa y el playero Busaniche quedando su imagen estampada en las cámaras de seguridad de la estación de servicios.
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Las huellas de Alvarado se sugirieron cuando el fiscal Spelta contó que al asesino del playero querían que se autoincrimine y se vincule con Brandon Bay y Fernando Morel, dos pandilleros que vendían droga para Los Monos, banda enemiga de Alvarado que en su juicio quedaron descubierta varias maniobras para orientar las investigaciones contra el clan Cantero.
Helaba la sangre escuchar los testimonios que recolectaron los fiscales durante la investigación. Los sicarios más chicos organizaban los asesinatos entre gaseosas y alfajores. Al momento de asesinar al segundo taxista, Diego Celentano, se dieron coraje “vamos a hacer lo que vinimos a hacer”, se dijeron y en el momento justo desataron el infierno contra el chofer.
Tras el crimen de los taxistas, los sicarios se fueron al shopping Alto Rosario a gastar los 200 y 300 mil pesos que cobraron en zapatillas. En ambos hechos, habían perdido uno de los calzados en la huida, que comentaron entre risas, según reconstruyeron los investigadores.
Sin embargo, un hecho fortuito le impidió al chico D.G., cobrar el asesinato de Busaniche. Días atrás del crimen, fue a comprar las gaseosas y alfajores con una moto de Gustavo Márquez y da con un operativo donde le sacan el vehículo. Márquez le retuvo los 400 mil pesos que D.G. había ganado con el homicidio del playero en otro eslabón de miseria donde todo vale nada.
Esta nota fue publicada en el portal LaPolíticaOnline. Leer más