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Pillín Bracamonte, el intocable de la barra de Central que ahora está en la mira de la Justicia Federal

Andrés “Pillín” Bracamonte, jefe de la barrabrava de Rosario Central y gestor de una prosperidad tan exuberante como opaca, tuvo en los últimos cinco días dos novedades que complican una estabilidad ganada en veinte años en medio de la violencia. El sábado pasado fue cercado en una emboscada a balazos cuando estaba con su novia y salieron ambos con heridas superficiales. Después del ataque contra su integridad física ahora irán una vez más por sus negocios: la Justicia Federal acaba de aceptar la competencia para investigarlo por hechos nuevos de lavado de dinero.

En los tiempos más calientes de una ciudad que fue novedad por su violencia criminal, el rasgo más exitoso de Pillín fue mantener a la hinchada de Central, con una pesada historia en el rubro, bajo un apaciguamiento llamativo. Mientras desde 2010 Newell’s se desangraba con los crímenes de los líderes de su parcialidad y asesinatos teatrales en las puertas de su estadio, el mundo de Central se caracterizaba por una serenidad contrastante y persistente. Una investigación del fiscal Miguel Moreno mostró hace cuatro años que esa pax que garantizaba Pillín, con un mínimo de violencia, se derramaba del orden de sus negocios que estaba hecho de aprietes.

Precisamente ese rasgo conocido, el de un individuo poderoso que mandaba sin que la violencia se saliera de quicio, empezó a ser motivo de atención en la política. Era el secreto no contraindicado del poder mafioso: la construcción de una autoridad tan indiscutida que no precise de métodos de guerra. En una ciudad con la tasa de homicidios más alta del país, con sus consecuentes crisis de gobernabilidad, parecía un posible modelo a seguir. Durante 15 años Pillín fue tan socio de la familia Cantero, de la Banda de Los Monos, como los que lideraban la hinchada de Newell’s. Pero ésta daba constante trabajo a las casas de sepelios y en la tribuna auriazul había gobierno. Varios dirigentes de la política pensaron en que la receta era comprable. Si algunos delitos son inevitables al menos que no sea al costo de manguerear todo el tiempo la sangre de las veredas.

Pero desde hace cuatro años algo se alteró. Pillín estaba poco en las noticias. Cada tanto como en 2010 cuando fue el primer barrabrava de un país al ser deportado por sus antecedentes del Mundial de Sudáfrica, pero no mucho más. Hace un tiempo se movió algo en el tablero que hizo que Pillín adoptara varios cambios. Uno de ellos de fisonomía: se implantó pelo, o se lo dejó crecer, y su rostro es ahora poco asociable a las fotos en la cancha o de prontuario. Lo que cambió también son actos de los otros hacia él. Como dijo un alto funcionario de seguridad a LPO: “Ahora se le empezaron a atrever”.

Pillín cuando fue detenido en 2020

La vida del jefe barrabrava transcurría en una intimidad sin sofocones que se rompió un amanecer de abril de 2020 cuando una fuerza especial de la policía santafesina allanó su casa en el country Los Alamos de Ibarlucea, a cuatro kilómetros de Rosario. Ese día Pillín saltó de la cama con la certeza de que alguien llegaba a matarlo. Al advertir los uniformes se tranquilizó. Los policías encontraron una valija repleta de dinero y, curiosidad, una máquina contadora de billetes.

El fiscal Moreno lo acusó de lavar dinero por una cifra millonaria. Mostró la evolución comercial que lo llevó de vivir en un Fonavi de barrio a tener una gran cantidad de propiedades administradas por testaferros y vivir en un caserón de 300 metros cuadrados. Su ex mujer, Natalia Salas, había comprado tres departamentos en el edificio Altos de Alberdi entre 2012 y 2013. Un día después de adquirir el último piso se compró un BMW cero kilómetro. También varios autos para disponer en las cuatro licencias de taxis que disponía.

Para 2012 Pillín apareció en una foto en el cumpleaños de 15 de Mariana Cantero, hermana del líder de Los Monos, donde también posaba Daniel “Chamala” Vázquez, uno de los jefes de la barra de Newell’s. Una especie de refrendación del pacto interclubes que asumía el negocio de la violencia y, muy en particular, el del mercado urbano de drogas que dominaban los Cantero.

 “Monchi” Cantero, “Pillín” Bracamonte, “Chamala” Vázquez y el “Gordo” Salomón

La investigación de la Justicia de Santa Fe en 2020 reclamó la competencia en casos de lavado de dinero de Pillín. Lo que se había advertido es que Pillín había utilizado a Rosario Central para generar negocios por servicios que pagaba el club y él ofrecía explotando firmas prestadoras. Había creado cuatro empresas para blanquear otros ingresos. Una era Vanefra, una compañía dedicada a servicios de limpieza y alquiler de baños químicos.

Para el fiscal provincial esa firma fue una pantalla para justificar un giro comercial que no se advierte y viene de otro lado. Otra de sus empresas es Ruffino SAS, creada por Pillín en 2019, dedicada a la fabricación y venta de ropa deportiva, en la que tenía como socio al entonces intendente de Rosario Central, Sergio Quiroga. Esta empresa tenía un único cliente: el club. Siempre el club como justificativo de sus ingresos. También en los contratos que lo convertían en representante de jugadores de fútbol de inferiores bajo coacción a sus familiares. Un jefe barrabrava agente de futbolistas y proveedor de servicios de una sola entidad deportiva. En el club donde puso el pie en 2002 para construir su presente de magnate que con sagacidad garantizó orden en las tribunas a cambio de beneficios cedidos por la propia institución.

La defensa de Bracamonte siempre cuestionó que no estaba acreditado el delito previo al lavado, es decir, los hechos ilegales de donde procedía el dinero. La Cámara Penal de Rosario le dio en primera instancia la razón: invitó al fiscal a profundizar en su explicación. Sobre eso los fiscales federales de la Procuración de Lavado de Activos (Procelac) se pusieron a trabajar sobre el blanqueo de activos del líder del club canalla. Creyeron encontrar nueva evidencia de bienes y servicios que no tenían ninguna fundamentación en actividad lícita. Pero le disputaron la competencia a la Justicia de Santa Fe. El juez federal Carlos Vera Barros le pidió que se inhiba de seguir actuando y le ceda la competencia.

La disputa judicial por los casos de Pillín fueron las últimas por las cuales estuvo tras las rejas. En diciembre pasado nuevamente el fiscal Moreno lo imputó junto al secretario general de la UOCRA de Rosario, Carlos Vergara, de comandar una asociación ilícita dedicada a conseguir ingresos millonarios con viandas para el gremio, alquiler de baños químicos y cobro de retornos para conceder certificados de libre deuda sindical a las constructoras de modo que pudieran trabajar. Por esto Bracamonte obtuvo cuatro meses después la libertad condicional.

A Pillín, un tipo de 52 años de apariencia tranquila y voz ajada, en sentido literal las balas le empiezan a picar cerca. El sábado pasado, a pocos minutos de que Central lograra como local una nueva victoria ante Newell’s, lo sorprendieron con al menos 9 balazos en el parque Alem, a 100 metros del estadio donde tiene la entrada prohibida. Su mujer estaba dentro de un auto y él conversando parado en la puerta cuando un tirador descargó nueve balazos contra ellos. El lugar estaba atiborrado pero el gatillero eligió bien su blanco. Ambos resultaron heridos en la espalda. En febrero de este año habían acribillado a tiros el frente del country donde vive y dejaron una nota con una amenaza directa en su contra.

Pillín fue atacado 29 veces a balazos en 25 años, es inmortal. Salió del hospital caminando

Algo se quebró y los que nunca osaron tocarlo empezaron a arrimarse. No solo de manera directa sino también lateral. Hay dos recientes episodios que, analizan investigadores judiciales, podrían tener conexión con Pillín y en estos días se insertan en un mismo contexto. Uno fue el ataque al penalista Mariano Scaglia el 5 de mayo pasado. El otro es una balacera contra la casa de un joven empresario de apellido S. en Felipe Moré al 1400 de Rosario el 4 de junio último, donde una beba resultó herida en un glúteo. Al empresario se lo vincula con Brian Walter Bilbao, que es cabeza de una organización de lavado de dinero en la ciudad y tiene captura recomendada.

El histórico y espabilado abogado de Pillín, Carlos Varela, no dice percibir una novedad. “Fue atacado 29 veces a balazos en 25 años, es inmortal. Salió del hospital caminando”. Sin embargo, los atentados que rebrotan eran comunes durante el camino que lo llevó a la jefatura de la hinchada pero no después de que hizo cumbre. Ahora que reaparecen la pregunta instalada es si ese atributo que todos le reconocían, ser capaz de mandar sin echar repetida mano a la violencia, seguirá siendo su distintivo.

Esta nota fue publicada en el portal LaPolíticaOnline. Leer más

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